En el Japón de mediados de los 80 los motociclistas disfrutaron de motos Honda de 400 c.c. que el resto del mundo admiraba con envidia, joyas de la ingeniería con pequeños motores de cuatro cilíndricos, una época en la que el ingenio tenía barra libre de presupuesto…
En los años ochenta el paraíso de la moto era Japón, sede de las cuatro grandes y productoras de las motos más deseadas del mundo. Se fabricaban motos de todo tipo y cilindrada, desde los 50 c.c., hasta los 1.300 c.c., pero una parte de su producción se destinaba exclusivamente para la exportación.
Es que en esa época el mercado doméstico nipón se alimentaba en gran parte de motos de 250 a 400 c.c. de ciclo 4T, y de motos de ciclo 2T hasta 250 c.c. Y la categoría más popular del campeonato japonés de velocidad era la F3, que se corría precisamente con estas motos.
De las marcas japonesas Honda fue la marca más prolífica en este periodo, lanzando un buen número de pequeñas maravillas, que hoy en día aún sorprenden.
Este era el panorama en el país del Sol Naciente. Mientras que en Europa y el resto del mundo los afortunados motociclistas disfrutaban de todas las motos grandes que no se podían vender en Japón, las supersport 600, las 750 o las superbikes de un litro de cilindrada, los japoneses deseaban nuestras 600 y 1.000 c.c. ¡Y el resto del mundo deseaba sus pequeñas y exquisitas 400 c.c.! Cosas de la vida: siempre deseamos lo que no tenemos…